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Detesto las juntas (y las videoconferencias)

Por: Juan Pablo Proal

Pocas cosas en la vida me provocan más furia que las palabras: “Tengamos una junta (o videoconferencia)”. Me resulta más ofensivo que se metan con alguien de mi familia, con alguno de mis múltiples defectos o con la calidad artística de uno de mis grupos favoritos.

Junta, ¿para qué madres quieres una junta? ¡Te mandé un correo con todos y cada uno de los pendientes y no has hecho absolutamente nada! ¡Te mandé una nota de audio explicándote cada detalle! ¿Tienes dudas? ¡Perfecto, dime cuál, te la aclaro ahora mismo! Pero no me digas que quieres una junta (o videoconferencia), te lo ruego.

Y no es que no quiera verte, no es que me caigas mal, no es que quiera darte un mal servicio. Es simplemente que vamos a perder tiempo: Tú y yo. Es que podemos hacer muchísimas cosas en la hora o dos horas que dure nuestra junta.

Es que podemos abordar cada uno de los temas en una décima parte del tiempo, con un breve correo, o una llamada. En la experiencia me he percatado que las personas que más necesitan convocar a juntas son aquellas que tienen problemas de procrastinación o déficit de atención.

Son las que tienen hecha un caos su agenda y las que difícilmente avanzan con sus planes. No los juzgo, cada uno tenemos defectos diferentes. ¡Pero por favor, no nos hagan copartícipes de sus dolencias! El mundo no necesita más juntas (o videoconferencias). Desearía que hubiese un impuesto especial a quien decida convocar a junta.

O que exista un compromiso previo: ¿Convocarás a junta? Bueno, me tienes que pagar cada minuto invertido. Desgraciadamente no es así. No asistir a una junta o mostrar cierta duda por programarla equivale a un agravio gravísimo para el adicto a las reuniones.

No importa que tú hayas trabajado más, que te hayas organizado mejor, que hayas cumplido la parte de tareas que te tocaba hacer, que hayas dado todo de ti para evitar la junta. Siempre la querrán. Y el objetivo de una junta no es otro que planear la siguiente junta.

Al adicto a la junta no le gusta comprometerse a cumplir con los objetivos o tareas acordadas en la junta; lo que realmente le gusta es dejar pasar los días para nuevamente convocarte a una junta que no tendrá otro objetivo que planear más juntas.

Debería existir una empresa que se dedique a suplantar tu personalidad en las juntas. Algo así como: “¿No quieres ir a esa junta? ¡No pasa nada, en _____ nos especializamos en ir a juntas por ti! Sin engaños, 100% garantizado o te devolvemos tu dinero”.

Ojalá este texto sirva para persuadir a todos aquellos adictos a las juntas a abandonar su vicio. Nos hace muchísimo mal a todos. Por amor a ustedes, al prójimo, a la niñez y al planeta: No más juntas (ni videoconferencias).

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